Un dogma puede ser definido como una doctrina sostenida por una organización de autoridad y que no admite réplica, usualmente se asocia al ámbito religioso. Sin embargo, puede extenderse a otros ámbitos como el político.
Caer en el dogmatismo es uno de los riesgos de aferrarse a una determinada ideología política, situación que en la práctica es bastante usual. Conforme vamos desarrollando nuestra inquietud por el mundo político comenzamos a observar las distintas tendecias políticas existentes, y el final de ese camino está marcado por el decantamiento por una u otra opción. El camino a la conformación de una identidad ideológica propia está marcado indudablemente por la reflexión y la crítica, o al menos así debería serlo. Pero ese camino no se recorre en un día, sino que se va construyendo día a día en base a lo que vamos conociendo, aprendiendo y observando.
Por tanto, concibo la construcción de la identidad ideológica como algo cambiante, que ha de evolucionar. Considero que es más importante el proceso en sí de esa construcción, antes que el fin, que es abrazar una determinada opción. Y ello, porque si algo tiene ese camino de construcción, si se lleva a cabo de la forma adecuada, es formarnos en la crítica de la realidad social y en nuestra propia persona.
El problema se presenta cuando el enfoque de esa construcción se aleja de nosotros, es decir, cuando en lugar de plantearnos si X es un supuesto que conforme a nuestras propias ideas defendemos, pasamos a defender X porque la ideología que hemos abrazado considera que ese supuesto debe ser defendido. Es decir, perdemos nuestra propia identidad es pos de una identidad colectiva. Y llevado al concepto de dogma, no replicamos ese supuesto porque forma parte de la doctrina sostenida por nuestra ideología. Esto a priori es algo irracional, sobre todo si lo llevamos al ámbito de las ideologías de izquierda, donde presuntamente lo que prima es el carácter crítico. Sin embargo, es un fénomeno que suele presentarse, incluso me atrevería a decir que todos hemos caído en algún momento en él.
Ese dogmatismo supone que se confíe en absoluto en una doctrina y que exista una ausencia de reflexión crítica, se acepta incondicionalmente el dogma sin examinarlo. Esas son las consecuencias a priori, pero habrían de examinarse las causas. A mi modo de ver es una tendencia más del borreguismo social, algo casi connatural al ser humano. Mantener una identidad propia en el pleno sentido de la palabra cuando se convive una sociedad que impone la homogeinización en todos sus aspectos, es complicado. Y por otro lado nadie nos educa para la crítica, estamos educados para el conformismo y para la sumisión.
No ha de olvidarse lo más importante: la enseñanza de los dogmas se conoce como adoctrinamiento. De modo que nosotros mismos nos adoctrinamos, coartamos nuestra libertad de pensamiento. Y es algo que sucede de un modo muy sencillo, puesto que usualmente tendemos al hermetismo político: sólo nos relacionamos con personas que comparten nuestras ideas, sólo leemos prensa de nuestro color, y renegamos de todo aquello marcado con la etiqueta del color contrario sin ni siquiera hacer un examen del fondo. Ese hermetismo en las propias ideas lleva al anquilosamiento, no hay una evolución del pensamiento porque no se conoce nada nuevo, y de ahí y sin grandes saltos al dogmatismo. El peligro que entraña ese dogmatismo es obvio, controlar a ese grupo de personas va a ser tan sencillo como colocar a una persona a la cabeza de esa etiqueta ideológica.