4/2/11

Pasa poco para lo que tenía que pasar

En el último mes hemos sido testigos de diversos acontecimientos que sin duda tienen una gran transcendencia, y casi todos curiosamente, tienen que ver con la limitación de derechos.



    En primer lugar, aunque no tenga en sí tanta importancia, desde el 2 de Enero no puede fumarse en los bares, discotecas, parques y cercanías de hospitales. Una ley que los no-fumadores aplauden, ya que no se verán obligados a respirar una toxicidad de la que ellos no disfrutan. Como fumadora -y he de decir que aunque no lo fuera tendría la misma opinión- me parece algo excesiva la prohibición. Prohibir, esa palabra tan fea que algunos cambian por no permitir, no creo que pueda relacionarse nunca con libertad ni derecho. Se ha transformado la prohibición de fumar en el derecho de los no fumadores. Para mi la ley anterior estaba bien, había sitios donde se podía fumar y otros donde no, nadie obligaba a un no-fumador a acudir a un sitio donde había humo ni viceversa. Estoy de acuerdo en que alguien que no fume no tiene porqué respirar un humo que va a perjudicar su salud, pero por eso precisamente existían locales libres del mismo; al igual que un fumador podía ejercer su libertad de fumar dentro de otro local. Ahora somos fumadores coaccionados, hemos de salir fuera del local para poder fumar, sintiendo además una gran culpabilidad porque encima estamos dañando la salud de quienes nos rodean. Pero no es ese el quid de la cuestión, esta ley ha servido como cortina de humo en un momento en que se estaban planeando otras reformas legales de mayor calado.


    Ya he dado por hecho que si todo continúa así me jubilaré como muy pronto a los 67. La reforma de las pensiones, pactada entre los sindicatos y el Gobierno, no es tan mala como se planteó inicialmente -aquí me refiero antes del pacto entre ambos-, pero ni mucho menos se acerca a lo justo para nosotros. Es un hecho que la pirámide de población se está invirtiendo, que hay más ancianos que jóvenes y que estos últimos mayoritariamente están en paro. Era necesaria una reforma para poder sostener las pensiones, pero creo que la actual dista de ser adecuada. Tenemos que cotizar 38 años y medio para poder jubilarnos a los 65, de lo contrario nos jubilaremos con 67 o a los 65 perdiendo parte de la pensión. Para mi generación, la que sale de la Facultad con 23 o 25 años, que ha de estar años de becario y que sufre la precariedad laboral, es casi misión imposible llegar a 65 con dichos años cotizados. Cierto que la nueva reforma introduce aspectos positivos como la cotización de los becarios -que corre de su parte-, personas con hijos y trabajadores autónomos. Pero también hay un aspecto negativo, ya que se tomará en cuenta para el cómputo los últimos 25 años trabajados, lo cuál hará que las pensiones sean de menor cuantía puesto que en los primeros años de empleo el sueldo es más bajo. Además, a todo ello se suma que habrá un periodo de revisión cada cinco años, y es inevitable pensar que todo irá a peor. No hay dinero para proporcionar pensiones dignas, y ello nos convierte en esclavos del trabajo, más que nunca, ya no trabaja uno ni para vivir ni para acumular riqueza, ahora la meta es poder sobrevivir una vez no puedas trabajar.



    La Ley Sinde ha creado polémica en las últimas semanas, supone en apariencia que las páginas de descargas y visualización de series y películas pirata serán cerradas. Ojalá fuera ese el menor problema. No voy a entrar en el tema de la propiedad intelectual, simplemente considero que al precio que están los discos de música y las entradas para el cine, la mayor parte del dinero que ven entrar en sus bolsillos los artistas viene gracias a eso que ahora quieren prohibir. Descargas el disco pero vas a su concierto, si no puedes descargarlo ni comprarlo dudosamente irás a verlo en directo. A los únicos que perjudica es a quienes viven únicamente de su disco -leáse Ramoncín entre otros-. Pero creo que todo ello, ese estandarte de la propiedad intelectual, la imagen de los artistas llorando porque les están robando y la de los internautas sufriendo porque se restringen sus libertades, es sólo la parte externa de la polémica. De primeras, la Ley Sinde falla en su base jurídica, no sólo porque el cierre de webs es bastante arbitral, sino porque la descarga socialmente es considerada una conducta lícita, y una conducta lícita jamás puede tipificarse como ilícita. Es comparable a si hicieran punible el consumo de determinadas drogas como el alcohol o el tabaco, la sociedad considera el tomarlas como algo que puede ser perjudicial pero que no es delito, y por ello no puede prohibirse su consumo a menos que haya un cambio social. Pero lo más preocupante no es eso, sino la verdadera finalidad de la norma, que a mi parecer no es otra que censurar internet, comenzar a tomar el control de algo que puede ser utilizado por todos de diversas maneras. En las revueltas populares de Egipto ha tomado una gran importancia, en la organización de colectivos también, así como en la circulación de información alternativa o contrainformación -recordemos WikiLeaks-. Internet es un arma puesta al servicio de todos, porque es accesible a cualquiera, y está claro que no va a permitirse su uso libre cuando puede ser utilizada contra los Gobiernos.


Ante todas estas prohibiciones me remito al título de la entrada, pasa poco para lo que tenía que pasar. Claramente se recortan derechos, en lugar de crear libertades se crean prohibiciones. Pero es cierto que continúo viendo un poco más de movilización, aunque se apague en cuanto la ley ya no es portada de telediario. Siempre me he caracterizado por creer poco en la sociedad, la he tachado de conformista como poco, pero si no creo en la sociedad como motor no podré nunca creer en que las cosas mejoren. Creo que somos capaces de operar el cambio, si de verdad lo queremos y creemos en que el resto también puede conseguirlo. Ni soy político ni soy economista, no sé cómo podrían reformarse adecuadamente las pensiones, pero tengo claro que no me van a hacer creer que ese es el único modo. Respecto a la Ley Sinde, si no puedo compartir información y música a través de internet lo haré de forma personal, la cultura y la información es libre.
Lo único que le da validez a las normas es el respaldo social, que todos las cumplan. Una ley pierde su vigencia cuando la colectividad no la asume como tal...desobediencia civil.



Yo sigo de exámenes, si quiero jubilarme a los 65 tendré que terminar pronto la carrera :-)