Nos enseñaron a conformarnos con lo presente, a no anhelar lo imposible.
Que todo estaba hecho, que todo había sido conseguido.
Que sólo éramos un mero grano de arena en el desierto.
Los grandes cambios, los grandes avances, nunca han estado a nuestro alcance.
La historia es un libro cerrado, un capítulo atrás del que no formamos parte.
Y nos permiten soñar con una idea, preocuparnos por un guerra o llorar por una masacre.
Pero no nos dejan ser parte activa de la solución de un problema.
Estamos destinados a ser espectadores pasivos de la vida,
condenados, desde el graderío, a verlos jugar su partido...
Aceptamos que ellos lo harán mejor que nosotros,
les otorgamos nuestra confianza y nuestro futuro en los siguientes años.
Y al final, no nos sentimos parte de la elección.
Aceptamos que ellos lo harán mejor que nosotros,
les otorgamos nuestra confianza y nuestro futuro en los siguientes años.
Y al final, no nos sentimos parte de la elección.
Se asemejan a flautitas que encandilan con su mensaje.
Un "esto lo hago por tí" convertido en un "quién bien te quiere te hará llorar".
Y vienen los recortes y los pensionazos,
y con ellos la crispación, la desilusión y la desconfianza.
Y te continúan diciendo que esto funciona así, que es lo que hay.
Y claro que lo es, los beneficiados siempre son los mismos.
La crisis la originan unos y la pagan el resto.
Y al final de todo, resulta que tenemos un problema muy gordo.
Hemos dejado de creer en muchas cosas por el camino,
hemos visto al flautista convertirse en orco, y al orco en flautista,
hemos contemplado nuestra propia pasividad.
Pero algo bueno hemos sacado de ello,
somos más conscientes de la importancia de nuestros derechos.
No se trata de que gobernemos nosotros, sino de que gobiernen contando con nosotros.