
"El gran teatro está lleno de gente anónima para los actores, acuden allí para ver la representación, para reirse, para pasar el tiempo, para aprender, o simplemente por curiosidad. Esperan con impaciencia a que se abra el telón para disfrutar de la obra; mientras los actores, ultimando los detalles, se preparan para salir a escena y complacer al público. Cuando se abre el telón los actores dejan de ser actores, ahora son el personaje, piensan como él, sienten como él. Los espectadores que llenan el teatro olvidan que sólo es teatro y entran de lleno en el mundo creado por el autor, convirtiéndose en parte de él. Cuando se cierra el telón, los personajes vuelven a ser actores, ahora actores complacidos por su representación; y los espectadores vuelven a ser gente anónima, ahora gente anónima que ha aprendido/sentido/vivido/disfrutado algo"
En el día a día de nuestra vida ocurre algo parecido. El telón se abre en el momento en el que nacemos, con más o menos espectadores. Desde ese momento otros actores ya experimentados nos enseñan a actuar, porque actuar es una parte esencial en nuestra vida, de ello depende nuestro éxito o frácaso. A lo largo del tiempo se va confeccionando una máscara para nosotros, la conformamos nosotros mismos, la sociedad en general, las personas que nos educaron..., es una máscara abstracta, como una pose, algo que en realidad no somos. Y nosotros nos vamos encargando de perfeccionarla. ¿Porqué dedicar toda una vida a ello? Porque con esa máscara podemos ser lo que los demás quieren que seamos, de este modo complacer a los demás y así lograr que nuestra obra llegue a un mayor número de espéctadores. Porque siendo nosotros mismos, sin aparentar ante nadie, sin intentar ser lo que el espectador quiere, a lo mejor no logramos que se entienda nuestra obra. Si esto pasa no tendremos un buen futuro, ni una gran Obra; el telón se cerrará con el teatro vacío o en medio de abucheos.
En la vida, al igual que en el teatro, todo el mundo tiene su papel y todo está perfectamente organizado. El obrero permanecerá en su puesto pisoteado por el empresario, el estudiante intentará sacar adelante sus estudios para cambiar de papel, el gran magnate luchará para mantener su puesto y aumentar su riqueza. En el teatro no es todo blanco o negro, no se es sólo actor o sólo espectador, a veces se es lo uno y a veces lo otro, y en ocasiones no se es ninguno.
A veces el actor, cuando está solo, piensa que ha creído tanto en su papel que ya no es actor, ahora es el personaje. A veces decide romper con su papel, sin importar las repercusiones. Se da cuenta de que ha sido todo este tiempo una marioneta de la sociedad para la que actuaba, que lo hacía para abrirse un hueco en ella, para conseguir un papel en la gran Obra. Pero también se da cuenta de que ha sacrificado lo más importante que tenía, a él mismo, por ese papel. Entonces decide arriesgarse a ser quién es, a mostrar lo que siente y lo que piensa. Es en ese momento cuando todas las personas que lo conozcan sin su máscara ya no serán espectadores, sino parte de su pequeña obra. Es entonces cuando él será el que escriba la obra, el que la interprete y el que la sienta, y no el que recibía la obra escrita y el personaje perfilado. Cuando se cierre el telón habrá pocos o muchos espectadores , pero estos habrán sentido/disfrutado /aprendido de la obra y sobre todo formado parte de ella.
Que nuestra vida sea o no teatro sólo depende de nosotros mismos. Enmascararnos sólo conlleva a que perdamos noción de quienes somos, y cuando esto ocurra ya no seremos nada, sólo una simple marioneta representando un papel. Y habremos perdido miles de cosas por el camino: la oportunidad de conocer a gente que te querrá por quién eres, la identidad, la independencia, la satisfacción de ser como eres y la libertad de serlo...